01032018
Los días de sur en santander aparecen de repente y se llevan la nieve, las bufandas y también las camisetas térmicas. Elevan el nivel del mar y baten las olas hasta conseguir cientos de juegos de luces y reflejos. A veces, los días de sur, cierran las puertas del paseo Pereda. Ese señor que, además de una estatua en los jardines en su honor, escribió libros.
La verdad es que nunca leí a Pereda pero dice mi abuela que hay que leerle igual que a Concha Espina. Concha Espina te cuenta de los maragatos pero mi abuela también. De cómo pasaban con los carros vendiendo legumbres, se hospedaban en la fonda del pueblo y continuaban viaje a la ciudad.
Por el pueblo también pasaba el afilador. Ella lo saludaba desde el balcón del barrio de Rucabao donde además de pelarse judías su abuelo tocaba el acordeón. Parece que la habilidad musical en la familia se quedó ahí, en el Pitero.
La hija del Pitero, su madre, esa única que sobrevivió, se casó con el niño favorito de la señora que cuidaba su abuela. En aquella casa ajena en la que se celebraban tertulias y se servía la merienda para Pereda y Galdós, cuando no había hueco en la fonda de las Dos amigas o estos buscaban intimidad. No sé lo que contaban en sus tertulias, ni qué pensaba de ellas mi tatarabuela pero, quizá por eso, debería un día leer a Pereda.

La foto de portada: Víctor Vélez