21032018
Lo bueno del dolor es que no es eterno. La desilusión, el desencanto, la decepción, todo pasará más tarde o más temprano.
Os iba a hablar del dolor y su no eternidad. De la desilusión, el desencanto y la decepción. Estados efímeros en los que no merece la pena detenerse de más. Que no es igual a pasarlos por alto. Pero ahora mismo solo tengo ganas de dormir.
Me gustaría escuchar una historia al otro lado del auricular sobre marineros que atisban ballenas y las escuchan cantar en la soledad del océano. Escuchar un cuento de piratas que bailan antes de comprar mermelada de frambuesa. Un cuento sobre los agitadores locos que caen del cielo al dar las 00. Y me encantaría contaroslo.
Contaros la forma en que extraño al surrealista que me llevó a volar, cómo bailamos sobre el césped húmedo cualquier noche en cualquier ciudad. Contaros por qué llegaba tarde a la ópera o qué hacía Blas durmiendo en las alcantarillas de aquel palacio señorial.
Pero es hora de dormir. Quizá esta noche descubra qué pasó con todos los antagonistas, esos que no fueron quiénes degustaron las perdices.