ciento setenta y cinco

Miro atrás, a mi espalda.
Miro, al punto mas huidizo.
Ahí donde no puedo mirar ni con un juego de espejos, miro.
Y en ese ahí, sentados, pacientes, con una sonrisa,  bueno, con muchas, porque son varios, están ellos.
Y observan, esperan pacientes, mantienen mi calma por si un día caígo.
Tienen una caja llena de tiritas y un diccionario lleno de palabras.

En susurros me dicen lo que te propongas. Y si no… te cogemos y vuelves a saltar.
En sururros me dicen su frase favorita -tu vales, mucho- y creo que lo creen hasta la médula.

Gracias a ellos yo soy, y soy yo.

 miro a mi familia.